jueves, 5 de noviembre de 2015

Divagaciones

Yo no lo quito


Cuenta la Historia que a un soldado de los Tercios a quien habian cogido en un primer hurto,, aplicándole el Fuero Viejo de Castilla, le condenaron a cortarle una oreja; y al saber la suerte que iba a correr, exclamó violentamemte: "¿Una oreja? ¡Pesi a tal! Más querría yo morir que sufrir tal afrenta".

Y lo dijo tan de corazón, que su capitán le añadió: "Concédase esa gracia a este soldado tan deseoso de honra".

 Y no tuvo que andar por el mundo avergonzado.



La mayoría de los pensadores suele identificar el honor con la dignidad. Menéndez y Pelayo decía que,en su noción más general, el honor no es otra cosa que el sentimiento de la dignidad personal en el propio individuo. El sentimiento de su propia grandeza.

Desde un punto de vista cristiano parece, a primera vista, que este concepto del honor no se compagina con la humildad que se deriva de la consideración de nuestra pequeñez ante la infinita grandeza del Creador. Sin embargo, por frágiles y engañosas que puedan ser nuestras grandezas, no por ello dejan menos de ser un reflejo y sombra de la grandeza eterna. Así, considerado, el honor representa un plano intermedio en el que convergen los valores temporales y los eternos de una sociedad.

Este era el concepto del honor que inspiró a los ejércitos españoles durante el siglo XVI y buena parte del XVII, cuando eran el más poderoso de la tierra. En los oficiales y soldados de los Tercios era el sentimiento del honor un fundamento más importante que la disciplina. Con cierta frecuencia se daban motines, pero rara vez actos de cobardía. "Por la honra pon la vida, y pon las dos, honra y vida,por Dios", era un conocido proverbio militar de la época.

Esta idea del honor está reñida, por lo que tiene de convicción de la propia grandeza, con la mediocridad que predomina en la sociedad actual, tan sobrada de racionalismo y tan ausente de racionalidad. Por eso, cuando vemos que se hace más elogio de la habilidad que de la virtud, de la utilidad que del bien, y que esgrimiendo el derecho positivo se niega el derecho natural, proclamando que estamos construyendo una nueva escala de valores más acorde con las necesidades del momento actual, comprendemos las razones que existen para relegar al rincón de los trastos viejos ese concepto del honor como algo que que no nos sirve dentro del conjunto de "valores" hacia los que se encamina el mundo moderno.

Nuestro ejército, que fué el primer ejército nacional de la Edad Moderna, era considerado una escuela de honor en la  que los tránsfugas y los parias podían ganar de nuevo la consideración social, y pasó a constituir un ejemplo para el resto de las naciones. El último de los menesterosos podía alcanzar honores, y el más poderoso de los aristócratas podía perderlos con la rapidez de un rayo. Lo mismo  que el honor se convierte en ignominia y el oprobio de este mundo en gloria eterna. Y precisamente en este azar de honores y derrotas se veía su valor educativo, confortador, rehabilitador ante Dios y ante los hombres.

En este retrato, pintado por El Greco, aparece el Maestre de Campo del Tercio Viejo de Lombardia, Julian Romero protegido por San Julián.



1 comentario:

  1. Maravilloso, sublime. Una lección. Gracias.
    Y muy oportuno cuando cierto militar de altísimo rango pone su honor en almoneda.

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