jueves, 3 de abril de 2014

Cristofobia

Yo no lo quito


Gran escándalo ha producido entre la progresía la frase del cardenal Rouco Varela en la misa-funeral del que fué presidente del Gobierno Adolfo Suárez, Por cierto que uno de los diarios más escandalizados ha sido La Vanguardia, ese periódico que nunca se sabe a qué juega, pero que saca dinero hasta de donde no hay.

Que en estos momentos estamos viviendo unos momentos de cristofobia muy parecidos a los que se desataron en España durante la Segunda República, no puede ser un secreto para nadie. Y no lo es, pese al esfuerzo por disimularlos por algunos medios de dufusión. Y ha sido, precisamente hace pocos dias, el propio cardenal Rouco Varela el que ha tenido que ser objeto de una agresión por parte de unas "tiorras" del movimiento "Femen", que ya se encuentra bien establecido en España. Agresión que se produjo cuando el cardenal entraba en la parroquia de los santos Justo y Pastor de Madrid, y de la que da fé esta imagen


Si a esto se unen las manifestaciones proabortistas y los atentados sobre algunas parroquias, incluso sobre la Almudena en Madrid, no tiene nada de particular que Rouco, cuya memoria histórica es evidente, haya avisado del peligro de una posible guerra civil que se desató en España desde el momento en que se implantó en España la Segunda República.

Porque la entrada en España de la república del 14 de abril de 1931, dió lugar a un violento ataque contra la Iglesia católica en varias ciudades de España simultáneamente, a los 20 dias de proclamada. Concretamente, el 11 de mayo de 1931, y del que vamos a dar un repaso hisatórico para que la gente se entere,

En MADRID fué asaltado e incendiado el colegio del Sagrado Corazón, la residencia de los jesuitas de la calle de la Flor, el edificio de las religiosas bernardas del siglo XVI en Vallecas, que fueron los primeros en arder. Después les tocó el turno a la iglesia de Santa Teresa de los carmelitas de la Plaza de España; el colegio Maravillas de los hermanos de la Doctrina Cristiana en Cuatro Caminos; el colegio de las Mercedarias de San Francisco y la iglesia parroquial del barrio de Bellas Artes; el colegio de Maria Auxiliadora de las salesianas; el Instituto Católico de las Artes e Industtrias (ICAI) de la calle de Alberto Aguilera, y el colegio de Areneros de la Compañia de Jesús.

Y ante la impunidad de tales actos de vandalismo, que se estaban produciendo en la capital de España, los revolucionarios de provincias no quisieron ser menos.

En MALAGA las turbas quemaron el Palacio Arzobispal del Siglo XV, los colegios de los Maristas y Agustinos; la iglesia del Perchel construida por los Reyes Católicos; el diario La Union Mercantil, la parroquia de Santo Domingo; el templo de San Felipe Neri, la iglesia parroquial de San Juan, los conventos de Mercedarias y de San Angel Torre, Churriana, Comares, Torremolinos y El Palo.

En VALENCIA el convento de las Carmelitas, el de San Julian de las madres Agustinas, el colegio de la Presentación fuindado en 1550 por Santo Tomás de Villanueva. Fueron quemados, asaltados y profanados los conventos de las Teresianas, Capuchinos, Salesianos, la residencia de los jesuitas y el Semonario Conciliar.

En SEVILLA los bárbaros saquearon la iglesia del Buen Suceso, la capilla de San José, construida a sus expensas por el gremio de carpinteros en el Siglo XVII y la resodencia de Capuchinos de la Calle de Jovellanos.

Y, para no cansar al lector, bastará recordar que toda España se convirtió por obra del populacho en una gigantesca hoguera. Claro que de todas estas cosas tenian la culpa los monárquicos, como muy acertadamente escribía EL SOCIALISTA del 12 de mayo de 1931



Todo aquello era el resultado de la campaña ateista que realizaban distinguidas publicaciones republicanas desde hacía años. Como éstas



Aquellos hechos hicieron que el General Jefe de la Primera División Orgánica (Madrid)  Gonzalo Queipo de Llano, que semanas antes de la proclamación de la República, se había sumado en Cuatro Vientos a la sublevación de Jaca y se habia tenido que escapar a Portugal, decidiera proclamar el Estado de Guerra. Lo que lenó de indignación a Manuel Azaña, que pronunció su famosa frase de que todas las iglesias de España no valían lo que la uña de un solo republicano.




Y, para terminar, digan ustedes si esta página del diario CLARIDAD no les dice algo que es una confesión de que en el primer año de la República ya se había propuesto por Largo Caballero la entrega de armas al pueblo. Y faltaban cinco años para que se sublevase el Ejército de Franco. Así estaba dando sus primeros pasos la Segunda República española tan añorada por tantos y tan tontos.







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