domingo, 20 de octubre de 2013

Federalismo (3)

Yo no lo quito


Hoy vamos a terminar de hablar del sexenio "democrático" y ahora el personaje va a ser don Emilio Castelar, que el dia 7 de septiembre de 1873 tuvo que asumir la Presidencia de la República que su antecesor, Nicolás Salmerón, había abandonado.




Don Emilio era un señor bajito, regordete, con una cultura apabullante y una vocecita que compensaba con un enorme mostacho. Había nacido en Cádiz donde todavía sigue siendo un mito, y estudió la carrera de Filosofía y Letras, doctorándose con una tesis sobre: "Lucano, su vida, su genio, su poema".De su vida política la gente no especializada sabe poco, pero todos saben, eso sí, que supo llenar de retórica medio siglo de la Historia de España y hasta recuerdan las frases del discurso con el que debatió las tesis del canónigo de Vitoria don Vicente Manterola, que decía que España era el pais más católico del mundo, para defender el tema de la libertad  religiosa. Recordemos aquí las frases finales del discurso castelariano;


"...Grande es Dios en el Sinaí; el trueno le precede, el rayo le acompaña, la luz le envuelve, la tierra tiembla, los montes se desgajan; pero hay un Dios más grande, más grande todavía, que no es el majestuoso Dios del Sinaí, sino el humilde Dios del Calvario, clavado en una cruz, herido, yerto, coronado de espinas, con la hiel en los labios y sin embargo diciendo; ¡Padre mío, perdónalos, perdona a mis verdugos, perdona a mis perseguidores porque no saben lo que hacen!

Grande es la religión del poder, y es más grande la religión de la justicia implacable, pero más grande es la religión del perdón misericordioso y yo, en nombre de esta religión, yo en nombre del Evangelio, vengo a pediros que escribais al frente de vuestro código fundamental la libertad religiosa, es decir, libertad, fraternidad, igualdad para todos los hombres"

Pues bien, el autor de estas frases, al llegar a la Presidencia de la República se encontró con una situación tal de  descomposición social y política imperante en España que, para salvala, lo que hizo fué adoptar una actitud dictatorial disolviendo las Cortes, que no se reabrieron hasta enero de 1874. Abiertas las Cortes se volvió a presentar para la Presidencia, y al perder la votación parlamentaria, apareció la figura del Capitán General de Madrid, que era el general don Manuel Pavía y Rodriguez de Albuquerque, artillero, que no tuvo ninguna necesidad de entrar a caballo en el Congreso. Sencillamente, se instaló delante del edificio y envió a dos ayudantes para que dijeran a Salmerón que suspendiera la votación. La Guardia Civil que custodiaba el Congreso al mando del coronel Iglesias se puso a las órdenes de Pavía y ocupó los pasillos del Congreso en los que sonaron algunos disparos.

Salmerón comunicó a los diputados la orden que le había dado el general Pavía, y éstos empezaron a salir por las ventanas del edificio ante el asombro de Pavía que se preguntaba cómo se les ocurría salir por las ventanas, si las puertas estaban abiertas.

Desalojado el Congreso, Pavía ofreció la Presidencia a Castelar, y éste la rechazó. Por cierto, Pavía también era gaditano.

Pavía era republicano y había vivido a la sombra de Prim hasta que éste fué asesinado. No defendió a Amadeo de Saboya (nadie lo hizo) y cuando se proclamó la República estaba exiliado en Francia, pero no era federalista sino republcano unitario. Por eso los federalistas le acusaban de haber terminado con el cantonalismo andaluz en Córdoba, Sevilla, Jerez y Cádiz, lo que hizo que el presidente Salmerón pudiera decir: "Ya tenemos Ejército". Cuando Castelar ocupó la presidencia fué nombrado Capitán General de Madrid.

En la sesión parlamentaria de aquel histórico 3 de enero de 1874 Castelar perdió la votación y en el gabinete de la presidencia se reunieron Salmerón, Pi y Margall, Figueras, Guisasola y Ripa para decidir a quien habría que votar, y pensaron en Eduardo Palanca Asensi. Pero como éste se había enterado de que iban a nombrarle a él, ya había preparado las maletas para escapar hacia Málaga, y lo encontraron en la estación de Atocha y, casi a rastras, lo llevaron a las Cortes.

Eduardo Palanca

La famosa historia del "caballo de Pavía". tan divulgada hace años, fué una idea del vicepresidente socialista Alfonso Guerra que, para insultar a Suárez no encontró nada mejor que decirle que a él lo que le gustaría ser es el caballo de Pavía. Y la expresión tuvo éxito. Tanto, que también se la aplicaron en 1980 al general Armada. Incluso el periodista Pedro Rodriguez, en el verano de 1980 llegó a escribir que:"Armada era el caballo de Pavía de los socialistas" cuando se hablaba del "golpe a la turca" o del "Plan de Gaulle", meses antes de producirse el famoso 23-F, dia de San Policarpo.

La prensa republicana, nunca perdonó a Pavía que "acabase" con la República Federal. Pero aquel 3 de enero de 1874 tampoco se acabó la República porque duró un año más bajo la dictadura del general Serrano, hasta que se proclamó al joven Alfonso XII, con 16 años de edad, en Sagunto cuando Martinez Campos, duque de la Torre  tuvo a bien sublevarse para regresar a la monarquía borbónica.

 Alfonso XII

Uno de los primeros problemas que se le presentaron a Alfonso XII fué terminar con la tercera guerra carlista, en la que tomó parte personalmente con las tropas gubernamentales y a punto estuvo de caer prisionero en la batalla de Lácar.
Pero, como diría Kipling, esa es otra historia.

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