sábado, 3 de noviembre de 2012

Recuerdos, siempre recuerdos.

Yo no lo quito

Estos últimos dias viene la prens tan cargada de noticias, que para muchos puede haber pasado inadvertido el viaje de Artur Mas a Moscú para fomentar el comercio entre estas dos potencias. La potencia catalana y la potencia rusa. Respecto a la primera ha destacado que el 25-30 % del comercio exterior español pasa por Cataluña, y lo ha declarado ante unas 200 personas, en parte catalanas y en parte rusas que asisteron al Forum Empresarial Rusia-Cataluña, de lo que pueden dar fe estas dos fotos.






Lo que es evidente es que un 65% de los turistas rusos que vienen a España pasan por Cataluña, y eso nos alegra porque contribuyen a mejorar nuestra economía. Y encima, cuando zascandileamos por Internet vemos que aparecen  retratos de jóvencitas rusas y ucranianas, por cierto de muy buen ver, que andan buscando novio por estos pagos, y que podrian alegrarnos la vista con su gentil paso por las Ramblas o la Diagonal. Sin embargo estos contactos ruso-catalanes nos recuerdan otros que se produjeron hace 87 años cuando, para lograr el apoyo a la independencia catalana, el teniente coronel golpista Francesc Maciá preparaba su separación del resto de España con aquel frustrado intento de Prats de Molló. Y lo que nos escama es que esta visita se hace al mismo tiempo que Artur Mas anda buscando apoyos por tierras extranjeras y su segundo Francesc Homs anda dando lecciones de Història de Catalunya a la catetería local.

El viaje de Maciá, acompañado por el escritor Josep Carner-Ribalta, con la intención de entrevistarse co Trotsky, fué un fracaso porque éste ni estaba entonces en Moscú, ni debíó tener muchas ganas de entrevistarse con él, porque no apareció por allí, y el futuro primer "Honorable President de la Generalitat" tuvo que limitarse a hablar con segundones de la política soviética como Zinoviev y Bujarin que pocos años más tarde desaparecieron de este mundo por deseo de Pepe Stalin. Y por razones, para nosotros inexplicables, hasta el pobre Trotsky tuvo que morir asesinado por un catalán de Barcelona que se llamaba Ramón Mercader. ¡Y es que la Historia nos pega cada susto....!

Como el pobre Maciá andaba escaso de dinero, fué a continuación cuando se le ocurrió poner en el mercado sus bonos del empréstito del Estat Catalá, que era su partido político para conseguir los 8,5 millones de pesetas que necesitaba para comprar el armamento del  futuro ejército que iba a rescatar Cataluña de la opresión española.

Los bonos iban desde 25 pesetas hasta 1000, y en Cataluña no tuvieron mucho éxito y la mayor parte de vendió entre los catalanes separatistas de La Habana, que como a ellos no les podía robar Madrit, andaban bien sueltos de dinero. Quizás por eso Maciá agradeció a los cubanos este detalle añadiendo a la bandera cuatribarrada el triángulo azul con la estrella blanca, como llevaba la bandera de Cuba.


El golpe de Prats de Molló acabó con un rotundo fracaso. Entre otras razones porque entre los catalanes  se había incluido un grupo de 60 italianos que escapaban de la persecución de Mussolini. Uno de ellos se llamaba Ricciotti Garibaldi, y era nieto del famoso revolucionario de la camisa roja. Pero este individuo era un agente de la policía fascista, que avisó a la española y ésta a la francesa, que detuvo la la mayoría de los implicados en Prats de Molló y se los llevó a París para ser juzgados.

En esta foto se puede ver a los detenidos en Prats de Molló. Y ente ellos destaca la figura central de Carner Ribalta, medio tapado por el policía ,y el segundo por la derecha es Josep Rovira, que en la guerra civil llegó a mandar una División.





Aquello fué un fracaso, pero como cinco años más tarde se proclamó la Segunda República y Maciá se convirtió en Presidente de la Generalidad hasta su muerte en la Navidad de 1933, hubo tiempo para que los
catalanes que intervinieron en aquel intento de invasión pudieran volver a reunirse y celebrarlo con un buén banquete del que damos cuenta en esta foto.


Y es que, como decía un compañero, en las maniobras hay unas cosas que salen bien y otras que salen mal. Pero la paella diempre sale bien.

Pues ¡buen provecho!

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