jueves, 13 de septiembre de 2012

Un caso de Corrupción

Yo no lo quito

La manifestación del 11 de septiembre ha puesto en evidencia cómo las oligarquias dominantes  pueden llegar a conseguir que el pueblo, previamente controlado a través de la prensa al sol que más calienta (y hay que ver hasta qué punto calienta) y de una escuela en la que se les impone desde la más tierna infancia una curiosa visión de la Historia y de la política actual, puede llegar a ponerse al lado de ese grupo de familias que les estafan continuamente sin que ellos se enteren ni se quieran enterar. Nos referimos, por supuesto, a esas 300 familias catalanas que, relacionadas entre sí través de prácticas endogámicas, han llegado a constituir una verdadera "famiglia" que es la que corta el bacalao en Cataluña. Algún día hablaremos de estas relaciones familiares, muchos cuyos nombres son conocidos por la mayoría de los ciudadanos de Cataluña.

Pero hoy vamos a tratar de un caso de corrupción que nada tiene que ver con el caso Millet, o Pretoria ni el Palau de la Música, ni de otros que hemos visto en estos últimos años, sino que vamos a recordar un caso que se produjo en el Siglo XVII, en el año 1623, reinando en España Felipe IV, que acababa de subir al trono en 1621.


Ya en el año 1599, reinando Felipe III, con la intención de proteger el comercio catalán de los ataques de los berberiscos, la Diputació del General solicitó del gobierno español la construcción de cuatro galeras armadas a su costa. La solicitud era necesaria porque las galeras eran buques de la Armada, y no de transporte de mercancías o pasajeros. El caso es que esta solicitud fué  aceptada, incluso quizás sirvió luego a Olivares como idea para aquella Union de Armas que intentó crear más tarde. No obstante, las galeras no llegaron a contruirse hasta años más tarde, y tampoco fueron cuatro, sino dos.



Así se llegó  a julio del año 1623 cuando estas dos galeras cayeron en manos de los moros de Argel ; con lo que el orgullo nacional porque la pérdida de las galeras se había producido en las circunstancias más escandalosas que no hicieron más que confirmar  el buen sentido del virrey Alcalá, que se había opuesto a dejarlas zarpar sin su permiso  durante su virreinato. Y lo que ocurrió fué que las galeras, en vez de hacer su trabajo, que era defender la costa catalana de los ataques de los berberiscos, se habian utilizado como barcos mercantes y cargadas con mercancías perteneciente a la compañía privada de Canoves y Morgadas, para venderlas en Sicilia. Como las galeras, no estaban cargadas, sino sobrecargadas, en cuanto los veleros piratas aparecieron por el horizonte, no pudieron escapar, y cayeron intactas en manos de los musulmanes.

Como los barcos y la mercancía habian sido asegurados, la pérdida directa no cayó sobre la Diputación, aunque gran parte del seguro estaba en manos de sus funcionarios que esperaban obtener un buen beneficio de la expedición.

"Déu ho ha permès, puix allì tots hi son lladres..." decía el Doctor Pujades, pero esto era un triste consuelo para "...la mes infame pèrdua que mai  se llegeixi de la nació catalana..."

Esta anécdota la describe el historidor británico J.H.Elliot en su libro titulado La rebelión de los catalanes.(1598-1640) quien comenta que la pérdida de las preciosas galeras, que habían sido origialmente ensalzadas como la vanguardia de una restaurada armada catalana, desacreditó a los comandantes catalanes y a la Diputación y, en cambio, estimuló mucho la sensibilidad nacional.

Por eso a nadie debe extrañar que en Cataluña los políticos nacionalistas, que constituyen una verdadera "famiglia"  deseen tener las manos libres, sin intervenciones de ningun tipo, para poder hacer mangas y capirotes. Sobre todo, una Hacienda Nacional; como si no existieran los controles de la Unión Europea. Por este motivo no nos extraña nada que este 11 de septiembre se haya quemado en Barcelona una bandera de Europa.

¿Alguien pide algo más?

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