jueves, 12 de julio de 2012

Penúltima hora


Yo no lo quito

1.- Nuestra soberanía

Penúltima hora, porque al paso que vamos ya no se puede hablar  de la última. Pero una de las últimas cosas que hemos visto o leido es el discurso de Rajoy, que podríamos resumir de este modo:




Lo primero que se nos dice es algo que sabemos desde hace ya doce años. Es decir, desde que entramos en el euro. Al entrar en el euro, o sea, en el complejo económico europeo, ya hemos perdido nuestra soberanía. Ya se decía antes que los apoyos de la soberanía eran el ejército y la moneda. Por eso, ya desde los tiempos medievales la fabricación de moneda falsa se castigaba como un delito contra el Rey.

En el discurso ha dicho que a él nunca le hubiera gustado aumentar los impuestos (cosa que nos parece comprensible), pero que le han obligado a ello para poder rescatar nuestra economía. Esto es lo que todos sabíamos, y no nos ha engañado.Tras estas declaraciones nos quiere "asegurar" que tras los sacrificios que nos pide vamos a poder salir del pozo. Lo que ya es más que discutible si con ésto se terminan los cortes del presupuesto, donde hay muchas cosas más que cortar. Y es acabar con el esperpento del Estado de las Autonomías, que hasta a nuestros amigos de Europa les huele mal.

¿Qué piensan en Europa cuando les dicen que en nuestro inútil Senado tenemos unos pinganillos con traductores porque hay senadores que se niegan a hablar en español?  Nosotros, pobres ignorantes, no sabemos si en el Parlamento inglés (ese del que siempre se habla como un modelo) se habla en gaélico y luego se traduce para que el resto entienda lo que se ha dicho.

Lo más sensato que se ha dicho sobre el estado de las autonomías lo dijo en 1978, cuando se hubo aprobado la Constitución, el entonces Ministro del Interior Rodolfo Martin Villa: "Las autonomías nos arrastrarán". Y en los 34 años transcurridos desde entonces continumente se ha demostrado la "eficacia" de las autonomías. Por lo que respecta a Cataluña, por ejemplo, Martin Villa había sido alcalde de Barcelona, y conocía el paño.

Las autonomías no son más que un remedo de aquel sistema que llamábamos "caciquismo" y que venía ya desde los tiempos de la monarquía de Alfonso XIII. De aquella época se cuenta una historia muy divertida.

Estaba Romanones, que era un cacique de Guadalajara ocupando no sé que alto cargo en el Gobierno, cuando recibió la petición de un alcalde de su jurisdicción para decirle que el Ayuntamiento jugaba un número de la lotería, y que a ver si podía hacer algo por ellos.

Cuando se publicó el sorteo, resulta que a ese pueblo alcarreño le tocó el segundo premio, y Romanones envió inmediatamente al alcalde un telegrama en el que le decía: "Lo siento, pero más no he podido hacer".

O acabamos con las autonomías, o ellas terminarán con nosotros.



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