viernes, 1 de junio de 2012

Autonosuyas

Yo no lo quito

Que los males que afligen a España son muchos no es un secreto para nadie. Ni siquiera para los españoles. Y prueba de ello es las continuas manifestaciones que se están produciendo a diario, y con las que se pretende culpar a los que ganaron las elecciones del 20-N de 2011, como si ellos , que llevan seis meses en el gobierno fueran los culpables de tanta ignominia y tanto dolor.

Para nosotros no es ningún secreto desvelar aquí que el mayor de todos nuestros males es la existencia de las diez y siete Autonomias, porque eso lo reconocen hasta en Basutolandia. Y ya lo dijo en su día un tal Martin Villa, hombre de brillante caletre, cuando declaró: "Las Autonomias nos arrastrarán".



Y es que las Autonomías se crearon (es un decir) para acercar la Administración al Pueblo, pero para lo que han servido es para acercar el Pueblo a la Administración. Y para ese acercamiento no hacía falta nada más que tener el carnet de algún Partido. Eso era suficiente para que "el pueblo" se acercase a la Administración; y tanto se acercó que de poco más de medio millón de funcionarios de pronto nos encontramos con más de tres millones. Con lo que se habian "creado puestos de trabajo".

Pero lo de tener gente inepta ocupando puestos de funcionario, no era "per se" demasiado grave. Lo malo fué cuando cada Autonomía empezó a reclamar atribuciones y a legislar para cada una de ellas. Y para más pitorreo, la que primero se quiso apoderar Cataluña, siempre en vanguardia de las reivindicaciones, fue, ¡Agarrense!, La Sanidad.

Desde antes de que empezara eso de la Transición, ya se comentaba el peligro que corría el sistema de la Seguridad Social por muchas razones. La primera era  que la población estaba envejeciendo sin que aparecieran síntomas de recuperación porque estábamos con unos indices de natalidad que entonces ya empezaban a apuntar hacia abajo.

La segunda era que los adelantos de la medicina, si bien contribuian a mejorar las condiciones de vida, facilitando el envejecimiento de la población, hacían que el coste de la medicación, de los tratamientos médicos en general, aumentara en progesión geométrica. Dicho en román paladino, vivir mucho y con buena salud es caro.

Por si esto fuera poco, cada Autonomía legislaba a su antojo. No se trata de que se obligase a utilizar cualquiera de los dialectos autonómicos con rechazo de la lengua oficial española,sino que unas leyes chocaban con otras de la Autonomía de al lado, y no digamos nada de la Autonomización de la Justicia que en bastantes casos se enfrentaba a la Jurisdicción Nacional. Y la ruptura del mercado.

O sea, la "remanguillé"



Las Autonomías, por otra parte, permitieron a los españoles jugar a un juego muy divertido y muy utiizado a lo largo de su Historia. "El Enfrentamiento". Cuentan que al Canciller Bismark le preguntaron en una ocasión cual de las potencias europeas le producía más temor. Bismark, sin titubear, respondió que España. "¿España?" le preguntaron sorprendidos. "España sí, porque lleva siglos intentando destruirse, y a estas alturs todavía no lo ha conseguido"



Las Autonomías son nuestro Diablo de Tasmania. Acabar con él supone echar a la calle a un montón de gente, pero el beneficio que se podría obtener sería enorme. El primero, la confianza de Europa y de los mercados, que empezarían a dejar de vernos como unos giliflautas en los que no se puede confiar de ninguna manera. Ahora bien, también ocurre que las Autonomías son como el "maná" de la clase política con el que Jehová alimentaba a los seguidores de Moisés durante aquel Exodo a través del desierto. Y si se suprimen las Autonomías, una gran parte de la clase política española se habrá hecho el "harakiri". Y no creemos que eso ocurra. Razones tenemos para pensar así. En todo caso, el tiempo dirá.

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