jueves, 3 de marzo de 2011

El gran Fernández






Yo no lo quito





Hoy, 3 de marzo de 2011, en Barcelona aparece el cielo lleno de nubarrones; una lluvia fina está cayendo desde la madrugada y sin que se pueda ver nada que anuncie para más tarde un día claro. Me había levantado con la idea de comentar aquí las cosas que suceden en esta Andalucía gobernada por el PSOE, que cada día se parece más a Sicilia. Pero da la casualidad de que hoy me encuentro con un artículo de Alfonso Ussía hablando de este tema. Su título es: "El gran Fernandez", y no puedo evitar copiarlo en este Alimoche, sin que me hayan dado permiso para ello. Pero es que vale la pena leerlo. Y como eso de escribir él lo hace mejor que yo, les invito a hacerlo. Ahí va:









El gran Fernández



Se dice, y resulta doloroso, que España ha dejado de dar grandes hombres. Me hiere compertir tan pesimista diagnóstico. Otra cosa es que España aproveche o no la grandeza individual de sus hijos. Ahí tenemos el ejemplar caso de don Antonio Fernández, ex consejero de Empleo de la Junta de Andalucía. El maldito tópico dibuja a los andaluces en la acuarela de la indolencia y la dejadez. Se trata de un lugar comun tan vulgar como injusto. En Andalucía hay más talento natural que en otras regiones de España, y especialmente en el triángulo luminoso de Andalucía la Baja. Y se trabaja lo mismo que en Cataluña, el Pais Vasco o Madrid. Sucede que los andaluces saben aprovechar con menos lo que otros no disfrutan con más, y de ahí la envidia.


Pero casos como el de don Antonio son excepcionales y rompen las estadísticas. Don Antonio Fernández empezó a trabajar el mismo día de su nacimiento. Así lo demuestra el ERE al que se adhirió siendo consejero de la Junta de Andalucía. Mérito no sólo suyo, sino también de la empresa que lo contrató con un día de edad, la gran bodega González-Byass de Jerez de la Frontera, la del sol de Andalucía embotellado con la marca de Tio Pepe. Una empresa capaz de adivinar el futuro de un recién nacido y admitirlo en su nómina merece el reconocimiento de todos. Don Antonio trabajó en González-Byass, según el ERE, con un día de edad. No rccuerda bien en qué departamento lo hizo. Si en administración, en exportación, en la propia bodega como escanciador, o como vigilante nocturno. Pero el tio tiene mérito.



Mozart a su lado es un palangana. Lo que no entiendo es que un personaje así no haya superado la menguada altura política de una consejería autonómica. Injusticia lacerante y plena. Para mí, que don Antonio Fernández tendría que ser, como poco, secretario gneral de la ONU, o de la OTAN o presidente el Banco Central Europeo. Sucede a menudo con los socialistas. Que no creen en los suyos y al que destaca lo arrinconan.



La gente se cree que una buena bodega funciona así como así. Una bodega como la de González-Byass, Osborne, Caballero, Terry o Domecq es consecuencia de un esfuerzo familiar y titánico. Las maravillas del fino, el amontillado, el Pedro Ximénez y el oloroso los ofrece la tierra divina de las viñas ondulantes, pero sin el trabajo y sabiduría del hombre se quedarían en nada. Como el brandy. Decenas de miles de hombres y mujeres han hecho posible, durante siglos, que ese milagro del sur de España sea una realidad. Pero ignorábamos que también los recién nacidos - uno al menos, el gran Fernández-, había contribuido a la grandeza de nuestra industria bodeguera jerezana o portuense. Y la Junta de Andalucía, que lo ha tenido como consejero de Empleo ha silenciado su trayectoria vital y laboral con una falta de generosidad y justicia asombrosa. El expediente no miente, y don Antonio Fernández ingresó en González-Byass el 15 de julio de 1956, fecha de su nacimiento. Sus padres hubieron de sentirse más que orgullosos con la determinación del nene. Un niño que nace, renuncia a la mamancia y se marcha a trabajar a una bodega no es un niño normal.



Que haya cobrado el ERE siendo consejero de Empleo es una minucia. La insoportable manía de los españoles de entrar en los tiquismiquis para oscurecer los méritos de los grandes hombres. No lo creerán los lectores, pero me he emocionado escribiendo este artículo. Fernández no merece otra cosa que un homenaje nacional. Y al homenaje me adhiero sin reservas, con el mismo entusiasmo que él se adhirió al ERE.



De nada.

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