domingo, 7 de junio de 2009

Sobre Grecos, griegos, el aborto y la desobediencia civil

H. Rafael Pou. LC

Deberíamos contemplar más a menudo las obras de los maestros de nuestra pintura. Esta mañana estaba estudiando a aquel cretense genial, español de adopción, que bautizamos como "el Greco". Mi mirada se detuvo en la fotografía de "El martirio de San Mauricio". La imagen presenta, con la espiritualidad y evanescencia propias del pincel de este artista, la historia de un grupo de soldados romanos: La Legión Tebana. Su delito: negarse a participar en el culto al Emperador, que el soberano imperial había impuesto a sus súbditos.¿El castigo? La muerte, que afrontaron todos con gozo, recordando quizás la sentencia de los Hechos de los Apóstoles: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres".

A mediodía escuché que el Cardenal Rouco invitó hace poco a los españoles a estar dispuestos al martirio antes que someterse a leyes injustas que atenten contra sus principios morales, refiriéndose a los médicos que se ven obligados a realizar abortos. La obra del pintor toledano brilló de nuevo en la memoria. Parece que, como decía la Santa, vivimos tiempos recios, y Dios necesita amigos fuertes. La Iglesia sigue pidiendo héroes. Y (paréntesis), ¿quien es el héroe hoy?, ¿quien es ese hombre sólo -con su conciencia- que se alza y se enfrenta contra la tiranía en nuestros tiempos? Personalmente no votaría por el rastafari melenas (camiseta del Che y pañuelo palestino) que rompe los vidrios del Macdonalds a pedradas y se orina en los cajeros automáticos. No lo creo.Tenemos mejores ejemplos que contemplar. Pero antes, un poco de Historia.

Porque esa actitud, de rebeldía y denuncia frente a los atropellos de la tiranía, es un valor que ya fué exaltado, antes del Nazareno, por nuestros antepasados griegos. Personalmente me fascina el personaje del adivino Tiresias, en las tragedias de Sófocles. Un tipo ciego que se atreve a encararse con el rey de Tebas y cantarle las cuarenta cada vez que le parece oportuno. Que ante las amenazas del tirano le advierte: "Estoy a salvo, pues vive en mí la fuerza de la verdad".

Otra heroína de tomo y lomo de la misma telenovela, es Antígona, la sobrina del tirano Creonte, el malo malísimo. Desobedece el mandato de su tío de dejar el cadáver de su hermano sin sepultura, como castigo a su crimen de rebeldía, y entierra al joven a escondidas, aún siendo consciente de que ello le traerá la muerte. El déspota le pregunta por qué desobedeció. Y alza ante aquel rey aquel célebre himno a la justicia en el que alude a las leyes no escritas e inquebrantables de los dioses, que deben ser observadas por encima de los decretos de cualquier tirano.

Pero, como anticipaba, este heroismo no es patrimonio exclusivo de mitos griegos y dramas bonitos. La historia de la Igleia está escrita con la sangre de grandes hombres y mujeres que dieron testimonio de la Verdad ante el poder político. Empezando por el mismo Cristo, que declaró ante Pilatos que: "para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la Verdad". Continuando con los apóstoles y con el extenso rosario de mártires que prefirieron morir antes que renunciar a su fe en medio de la persecución. Y dejando las épocas de los romanos y de fieras en el circo, podríamos citar a Santo Tomás Moro, consejero del rey de Inglaterra, que murió mártir de su honestidad y amor a la verdad, al negarse a dar su consentimiento al matrimonio del rey Enrique VIII con Ana Bolena.

Existe otro ejemplo que me interesa de un modo particular, por su similitud con la situación actual . Me refiero a Francisco de Vitoria. Pocos saben que el fundador o precursor del derecho internacional y de los derechos humanos fué un fraile dominico del convento de San Esteban, en Salamanca, que enseñaba teología en la cátedra de esa célebe universidad. Por aquel entonces, la "Roma chica" era la capital intelectual de España, y el dominico aprovechó su posición para denunciar los atropellos cometidos por los conquistadores contra los indios, en sus célebres "relecciones", hoy las llamaríamos conferencias del año 1538. La influencia de sus palabras fué incalculable. En el siglo XVI un fraile etaba hablando de derechos inalienables, de límites al ejercicio del poder, y se atrevía a cuestionar el derecho de conquista del Emperador. El poderoso Carlos I de España, y V de Alemania vaciló. Su primera reacción fué proverbial: "¡Que callen esos frailes!" y escribió al prior de San Esteban. Pero la cólera cedió paso a la reflexión. El monarca ordenó la formación de un comité que examinara la cuestión. Esta quedó resuelta con la promulgación de las "Leyes Nuevas", el año 1542, que abolieron la servidumbre y prohibieron la esclavitud- nunca permitida- La Iglesia había ganado, en el campo del derecho y de la política, una batalla por la Humanidad.

¿Es impensable que la Iglesia pueda ganar otras batallas? ¿Es muy quijotesco imaginar que, de aquí a cuatrocientos años, los niños estudiarán en Historia cómo la actuación de los católicos, la actividad y la resistencia de los profesionales católicos (médicos, abogados, políticos...) en el siglo XXI fué decisiva para el reconocimiento jurídico y la protección legal de los derechos del embrión? No lo sé. Pero creo que merece la pena jugarse la vida por intentarlo. Por eso, aunque desde la Moncloa lleguen ecos de ese: "Que callen esos frailes!", la Iglesia española seguirá alzando con valentía la voz por el hombre, por cada hombre creado por Dios y redimido con la sangre de Cristo.

Por la copia

El Asno de Rotterdam (feliz abuelo del autor)

2 comentarios:

  1. Muy bueno... La responsabilidad es sólo nuestra. Que responderemos cuando nuestros nietos nos pregunten ¿Y tu, ante esto, qué hiciste?

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  2. La Legión Tebana es un invento católico-turístico de la época. No existió, no hubo matanza, san Mauricio es un cuento...

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